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domingo, 2 de noviembre de 2025

Evangelio del dìa - Conmemoraciòn de todos los fieles difuntos. Por ser dominical ¿No serìa mucho mejor escucharlo con la familia proclamado en la Misa Dominical presencial?

 


(Nota: Hay varios textos, se puede escoger)

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a. 6b-7

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la
primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más.
Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de
Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo.
Y oí una voz potente que decía desde el trono: "Esta es la morada de Dios
entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo
Dios estará con ellos. El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte,
ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó."
Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Yo hago nuevas todas las cosas.
Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le
daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El vencedor
heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo."
Palabra de Dios.


Salmo responsorial 26, 1. 4. 7 y 8b y 9a. 13-14 (R.: 1a; o bien: 13)

R. El Señor es mi luz y mi salvación.
O bien:
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré? R.

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo. R.

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor. R.


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de
Corinto 15, 20-23


Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte
vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene
la resurrección.
En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en
Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de
todos, luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.
Palabra de Dios.




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 1-8

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Porqué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.
Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: "Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día"". Y las mujeres recordaron sus palabras.
Palabra del Señor

Reflexiòn

La Conmemoración de los Difuntos es una solemnidad que tiene un valor profundamente humano y teológico, pues abarca todo el misterio de la existencia humana, desde sus orígenes hasta su fin sobre la tierra e incluso más allá de esta vida temporal. Nuestra fe en Cristo nos asegura que Dios es nuestro Padre bueno que nos ha creado, pero además también tenemos la esperanza de que un día nos llamará a su presencia para "examinarnos sobre el mandamiento de la caridad". (Cf. CIC n. 1020-1022).

La muerte es sólo una puerta...

En el Nuevo Testamento, san Mateo nos habla del retorno de Cristo en su segunda venida al final de los tiempos (cf. Mt 25, 35-45); pero también en otros pasajes la Palabra de Dios nos asegura la existencia de un encuentro personal con Dios después de la muerte de cada uno, donde se nos preguntará si nuestras obras estuvieron motivadas por la fe, la esperanza y la caridad. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) nos hablan de la posibilidad de entrar a gozar en el Reino de los cielos o de quedarnos fuera de la fiesta eterna (cf. Mt 25, 46-46).

La conmemoración de hoy nos recuerda esta futura realidad; por eso la Iglesia intercede por nuestras hermanas y hermanos difuntos, rezando por ellos, haciendo sufragios y limosnas, pero sobre todo ofreciendo el mismo sacrificio de Cristo en la Eucaristía, de modo que todos los que aún después de su muerte necesitasen ser purificados de las fragilidades humanas, puedan ser definitivamente admitidos a la visión de Dios.

Cristo venció a la muerte

La muerte física es un hecho natural ineludible. Nuestra propia experiencia directa nos muestra que el ciclo natural de la vida incluye necesariamente la muerte. En la concepción cristiana, este evento natural nos habla de otro tipo de vida sobrenatural donde no existe la muerte. La voluntad de Dios, del Señor de la vida, es que todos sus hijos e hijas participen en abundancia de su propia vida divina (cf. Jn 10,10); vida divina que el género humano perdió como consecuencia del pecado (cf. Rm 5,12). Pero Dios no quiere, de ningún modo, que permanezcamos en esa muerte espiritual ,y por eso Jesús, nuestro Salvador, tomando sobre sí mismo el pecado y la muerte, les ha hecho morir en su misterio pascual (cf. Rm 8,2).

Gracias pues al Amor del Padre y a esa victoria de Jesús (cf. Jn 3,16),  la muerte física se ha convertido en un pasaje, en una puerta que nos conduce al encuentro con Dios (cf. Ef 2, 4-7). Nuestro propio temor a la muerte y el dolor que nos sacude cuando muere alguien cercano a nosotros podemos superarlos mediante la fe en la resurrección (1 Tes 4,13). Para nosotros los creyentes, nuestros muertos no están "definitivamente muertos", sino "sólo difuntos", es decir, "duermen el sueño de la paz" mientras esperan que sus cuerpos sean transformados por la resurrección (cf 1 Cor 15,14).

(vatican.va)

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