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Dios nos ama tanto que hasta ha querido amarnos con un corazón humano traspasado.
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viernes, 31 de julio de 2020
Evangelio de hoy
Las 3 M que protegen del coronavirus
La pandemia se extiende y tenemos que luchar ante un enemigo invisible. En esta situación, hay 3 armas que podemos usar para protegernos hasta que llegue la vacuna
El contagio por coronavirus es implacable. Se extiende por numerosos países y ha causado ya más de 650.000 muertos en todo el mundo. América Latina, Estados Unidos y España son tres áreas altamente afectadas.
El único remedio: la prevención
¿Qué podemos hacer para evitar el contagio? La OMS (Organización Mundial de la Salud) señala 3 medidas altamente eficaces para evitar el contagio. Son el único remedio a nuestro alcance hasta que los investigadores no hayan desarrollado una vacuna.
¿Cuáles son estas 3 armas para vencer al coronavirus hoy? Son 3 «emes»:
MANOS.
El lavado de manos frecuente está recomendado por la OMS.
Debe hacerse con agua y jabón. Hay que frotar bien todas las superficies: los dedos, las uñas, la palma de las manos y la cara exterior hasta la muñeca.
El lavado debe durar unos 40-60 segundos.
Después de lavarse, hay que secarse con papel desechable y tirarlo a la basura. Si estamos en casa, lo óptimo es emplear una toalla para cada persona.
METRO.
Es el metro de distancia de seguridad entre las personas.
Evita dar la mano, abrazar o dar besos. Saluda con el codo para evitar contagiarte con la mano, que fácilmente llevarías a la cara y a los ojos o la boca.
Evitar la cercanía de otros hace que sea más difícil el contagio de coronavirus a través de las partículas en suspensión (las gotas microscópicas que llevan el coronavirus aunque nosotros no lo veamos).
La distancia de seguridad recomendada por la OMS es de un metro de seguridad, o lo que es lo mismo, tres pies. La distancia debe extremarse particularmente con aquellas personas que tosan, estornuden y tengan fiebre.
Recuerda: estar a distancia de 1 metro de los demás ahora mismo es el mayor signo de respeto por las otras personas, porque evitas la propagación de la pandemia.
MASCARILLA.
La mascarilla es imprescindible. Debe ser la correcta y ha de usarse de forma adecuada si queremos que sea eficaz. Esto significa que debe cubrir la boca y la nariz, ya que es por donde respiramos. No vale llevarla en la mano, en la garganta, en el codo o en el bolsillo.
La mascarilla debe ser la adecuada: puede ser la higiénica de tela, quirúrgica (con ella protegemos a los demás de nuestro posible coronavirus) o epi (para quienes están en contacto con personas que muestran síntomas o han dado positivo en coronavirus).
Si usas mascarilla de tela, no la guardes en el bolso directamente: introdúcela en una bolsa de plástico para que no entre en contacto con los demás objetos.
Lava la mascarilla de tela una vez al día con jabón o detergente.
Lávate las manos antes y después de ponerte la mascarilla.
Nunca toques la cara externa de la mascarilla porque podría ser portadora de coronavirus que te ha llegado desde el exterior.
Para mover la mascarilla, tómala siempre de las asas.
Dolors Massot, Aleteia
Vea también El contagio de la Fe
¿Cuándo recibiremos un cuerpo glorioso después de la muerte?
Cuando morimos, nuestra carne se destruye, pero nuestra alma no, porque es inmortal
El Padre Cido Pereira, quien mantiene una columna en la que responde las preguntas de los católicos en el periódico O São Paulo, de la archidiócesis brasileña de São Paulo, respondió a una lectora que preguntó: «Escucho a los sacerdotes explicar que cuando muramos recibiremos un cuerpo glorioso. Me pregunto: ¿recibiremos este cuerpo glorioso el día de nuestra muerte o en el juicio final? ¿Y cómo es este cuerpo glorioso?».
Puedo comenzar a responder tu pregunta a partir de lo que decimos en el Credo cristiano. Siempre terminamos el Credo con una profesión de fe en la resurrección de la carne y en la vida eterna.
Cuando decimos esto, reiteramos que a medida que Cristo haya resucitado verdaderamente, nosotros también resucitaremos al final de los tiempos.
¿Y qué significa la palabra «carne»? La «carne» es nuestra condición humana, marcada por la debilidad. Cuando morimos, nuestra carne se destruye, pero nuestra alma no, porque es inmortal.
Y luego, creer en la resurrección de los muertos es creer en la victoria de la vida sobre la muerte. Jesús ha resucitado, y nosotros también seremos resucitados.
Resucitaremos como Cristo, con Cristo y para Cristo. Y si alguien te dice, hermana mía, que la resurrección de los muertos no tendrá lugar, recuerda san Marcos, quien nos dijo que nuestro Dios no es un Dios de los muertos, sino de los vivos (cf. Mc 12,27).
¿Y cuál será la resurrección? Será cuando Dios reúna nuestra alma con nuestro cuerpo. Todos los hombres que han muerto se levantarán hasta el fin de los tiempos.
Los que han sido fieles a Dios se levantarán a la vida, los que han practicado el mal y han tomado decisiones equivocadas en la vida, serán condenados.
Ahora puedo responder a tu pregunta. ¿Cómo será nuestro cuerpo glorioso después de la resurrección? Ya no será un cuerpo corruptible.
Será un cuerpo cubierto de incorruptibilidad, sin las limitaciones de la materia. Esto es lo que la Iglesia enseña, esto es lo que creemos, esto es lo que esperamos.
Arquidiocese de São Paulo, Aleteia
Vea también La espiritualización y divinización del hombre en la resurrección de los cuerpos - San Juan Pablo II
jueves, 30 de julio de 2020
El Evangelio de hoy: la Red
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8 herramientas para cuidar la familia
Porque la familia es lo más valioso que tenemos, debemos cuidarla
¿Qué podemos hacer de manera práctica para cuidar el tesoro de la familia? La clave es fortalecerla para convertirla en una comunidad sólida, luminosa y alegre que atraiga e invite a vivir un apasionante proyecto de vida.
Alimentar el amor de los padres
El mejor regalo que un padre puede hacer por sus hijos es amar a su madre, y una madre amar al padre de sus hijos. Incluso aun cuando por alguna circunstancia de la vida haya una situación de separación entre ellos, es esencial que exista una buena relación.
El amor es lo que fortalece a la familia. Un padre ama a sus hijos amando a su cónyuge. Los hijos necesitan muchas cosas, pero hay una que es fundamental y es respirar, alimentarse y vivir del amor de sus padres.
Darle tiempo a la familia
La vida se compone de tiempo y si no se le entrega tiempo a la familia, se pierde el gozo profundo y cercano de vivir el amor con los seres queridos. Hay muchos hijos que pasan mucho tiempo solos y se sabe que la buena crianza no se puede dar en soledad.
Hacer actividades juntos y ofrecer tiempos exclusivos pueden hacer una gran diferencia como por ejemplo llevar a un hijo a hacer las compras o preparar algo especial en el día de su cumpleaños. Los tiempos de exclusividad nunca se olvidan y permanecen para siempre.
Practicar la solidaridad en familia
Hacer actos de solidaridad en familia es una manera de cuidarla. Más allá de hacer un bien al involucrarse en una buena causa donde siempre se aprenden valores, une mucho a la familia hacer el bien juntos. Es una manera enriquecedora de desarrollar la vida familiar.
Da mucha satisfacción alimentar obras buenas donde cada uno tiene un rol y descubre dones y habilidades propias que poniéndolas al servicio de la comunidad pueden llevar a concretar resultados positivos y proporcionar un mejor ambiente tanto dentro y como fuera del hogar.
Rezar en familia
Darle a Dios un espacio en la familia alimenta la esperanza, la confianza de la fe y la providencia que siempre la acompaña. No hay nada que no podamos resolver contando con la ayuda divina y la conciencia de que no estamos solos.
El padre como líder espiritual puede ser guía de la familia para vivir el encuentro con Dios fomentando la oración antes de dormir, bendiciendo la mesa en las comidas, a través de la música reunidos alrededor de una chimenea o haciendo una caminata en la naturaleza.
Planificar tareas con otros familiares
Cuidar la familia también requiere estar presente para la familia más extensa. Organizar y participar de eventos familiares donde todos se reúnen es importante para compartir y generar vínculos saludables.
Sin embargo saber planificar el tiempo de atención que necesitan nuestros padres ancianos como por ejemplo al llevarlos al médico, es clave para que esos tiempos que no son los de la familia propia no entren en conflicto y sea posible armonizar ambos.
Defender los derechos de la familia
Las familias unidas consiguen cosas que no se podrían lograr de manera individual para cuidar la familia propia y la de los demás manteniendo un papel protagonista para hacerse escuchar en la defensa de sus derechos.
En muchos países redes de familias están logrando que se sancionen leyes que favorecen la vida familiar, así como también que no se sancionen leyes que afectan la vida familiar porque esas familias organizadas se manifiestan ante empresas o legisladores que no las apoyan.
Llevar la familia a la agenda profesional
Organizar el tiempo es importante para incorporar a la agenda profesional los tiempos familiares. Poner en agenda eventos de la familia como actos escolares o actividades deportivas comunican a nuestros seres queridos que nos importan.
Hoy en día hay empresas que promueven esta filosofía donde al darle igual jerarquía a la actividad familiar, lo urgente no absorbe lo importante. La meta es lograr un balance de la vida laboral sin que invada a la familia para responder a ambas responsabilidades.
Ser líderes en la educación de los hijos
Para cuidar la familia los padres no deben renunciar a ser líderes en la educación de los hijos, especialmente en un área tan importante como es la sexualidad y la salud sexual. Es importante no dejar que otros ocupen ese lugar para aclarar dudas y responder a preguntas de manera más oportuna y completa.
Los padres pueden utilizar las circunstancias de la vida para poder iluminar las ideas y darles criterios a sus hijos a su debido tiempo y con un lenguaje adecuado, para demostrarles con argumentos sólidos que los valores nos convienen y que no son prohibiciones sino grandes afirmaciones para vivir amores de mayor calidad.
Cecilia Zinicola, Aleteia
Vea también Hacer de las familias una 'Iglesia doméstica'.
Búsqueda de uno mismo, curación interior: ¿ayudan a la fe?
Ante el desarrollo personal, hay personas que están divididas entre la desconfianza y la fascinación. ¿Es un instrumento que puede ayudarnos a progresar en la vida? ¿La fe no basta para “desarrollarnos”?
Búsqueda de uno mismo, curación interior… El entusiasmo por el desarrollo personal carece a menudo de discernimiento. El filósofo Norbert-Mallet desentraña este concepto bajo la luz de la fe.
El objetivo de la vida cristiana es vivir la caridad. ¿Por qué buscar la realización personal?
Tal y como Jesús recuerda, en el Antiguo Testamento la Ley exige: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,39).
El amor al otro no puede vivirse sin un amor justo por uno mismo.
El amor de Dios es único para cada uno. La manera en que Él alcanza a las personas pasa por el respeto a su personalidad, su historia, sus necesidades.
No somos criaturas clonadas espiritualmente ni llamadas a la misma relación con Dios. Cada uno responde a su vocación en función de sus talentos.
Un santo Tomás de Aquino o un san Carlos Borromeo con su talento intelectual, un san Alfonso de Ligorio con el del gobierno de los hombres…
¿La unión con Dios no es preferible a la búsqueda del bienestar?
La unión con Dios es el summun del desarrollo personal. Fuimos creados por Él para estar unidos a Él con todo nuestro ser: cuerpo, emotividad, inteligencia, imaginación, voluntad, etc.
El riesgo es pasar por alto aquello que somos y los frutos que podríamos aportar. Trabajar en uno mismo, atenuar las disfuncionalidades de nuestra personalidad, los sistemas de defensa que nos bloquean, facilita el trabajo del Señor en nuestra vida.
Podemos ilustrar esto con la personalidad de san Pedro: colérico, todo fuego. No puede recibir completamente el mensaje de Cristo sin haber dejado antes esta impulsividad.
Sin embargo, la curación de nuestras heridas nunca suprimirá nuestra condición de pecadores…
Santo Tomás de Aquino dice que el primer efecto del pecado es impedir la amistad con Dios. El segundo es una cacofonía en nuestras facultades (inteligencia, voluntad, sensibilidad…). Siguen siendo buenas, pero no están armonizadas.
La gracia de Dios restaura la amistad entre Dios y la persona, pero no regula la cacofonía entre las facultades de la persona.
Nuestra conversión consiste en intentar que esas facultades trabajen juntas. Para ello, bien recibimos una gracia de Dios que viene a conmocionar nuestra vida, o bien, con más frecuencia, ponemos en práctica nuestras disposiciones virtuosas.
Cada uno, según su carácter, sufre una pasión dominante. Tenemos una virtud particular que desarrollar para unificar nuestra humanidad y recibir la salvación.
¿Qué quiere decir “desarrollarse” para un cristiano? ¿Qué diferencia hay con el conocimiento de uno mismo?
El término “desarrollo personal” designa el desarrollo de nuestros recursos propios. El término “conocimiento de uno mismo” data de la Antigüedad.
El “Conócete a ti mismo” socrático fue retomado por Platón, luego Aristóteles y luego, con matices, por los Padres de la Iglesia.
Este conocimiento está en el corazón de la tradición griega y cristiana: cuanto más me conozco, más capacidad tengo de inscribir mi vida personal en una vocación más elevada que yo para desarrollar todas las dimensiones de mi persona, incluyendo la de la salvación.
Partimos de quien somos para realizarnos en Dios. Un árbol sin raíces cae al suelo a la primera tormenta.
Entonces ¿el desarrollo personal es un invento de la modernidad?
Si el desarrollo personal es contemporáneo, el enfoque del conocimiento de uno mismo y del dominio de las pasiones es antiguo.
Platón habla de ello en los Diálogos. En Ética a Nicómaco, Aristóteles describe una “ética de carácter”. Fue comentada por santo Tomás de Aquino.
San Juan Casiano, un Padre del desierto, transmitió a sus monjes el consejo de “descubrir la pasión que más domina, la que hace reaccionar inmediatamente y que te impide reflexionar y ser humano. Una vez que la hayas encontrado, aplícate en convertirla y hacer de modo que se oriente hacia Cristo. Una vez hayas convertido esta pasión dominante, observa si hubiere alguna otra pasión que te cause el mismo problema y esfuérzate en convertirla también”.
Casiano no invita a todos los monjes a rezar de la misma manera. En vez de eso, llama a cada uno a convertir la parte de sí mismo que le cause más dificultades.
¿Cómo se articulan la vida corporal, la vida psíquica y la vida espiritual?
Para comprender las cosas, la persona a veces está tentada de dividir y aplicar separaciones arbitrarias. Es absurdo compartimentar el cuerpo, la psique o la vida espiritual: somos uno.
Sea cual sea la puerta de entrada, la cuestión es, con el desarrollo personal, aprehender la globalidad de nuestra humanidad. Todo está relacionado.
Todos hemos experimentado que una angustia puede verse apaciguada por ejercicios corporales. Al mismo tiempo tenemos que evitar separar las diferentes naturalezas que componen nuestra persona y, de igual modo, respetarlas.
Cuando uno de los ámbitos de nuestra persona revele un problema, serán necesarios cuidados adaptados para que la obra de salvación de Dios pueda desplegarse más plenamente.
¿En qué condiciones puede el cristiano extraer un beneficio del desarrollo personal?
Contemplo dos riesgos: uno, práctico, que lo reduzca todo a lo psicológico y lo desvincule de la vocación de la persona de estar unida a Dios.
O bien el riesgo de una ética sin los pies en el suelo, limitada a la unión con Dios y que olvide la encarnación. El riesgo es entonces el de expulsar lo humano, el de esperar únicamente el trabajo de la gracia olvidando la parte de voluntad, de libertad, que corresponde al ser humano.
En realidad, el desarrollo personal comienza con las personas que frecuentamos: la pareja, los hijos, los colegas, los seres queridos, que son los espejos de nuestros límites y nos permiten mejorar.
Y luego no olvidemos –¡estaría bueno!– que el Mandamiento de Jesús no es el de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
El mandamiento de Jesús es un “mandamiento nuevo” que lo realiza todo a la perfección: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”.
Este mandamiento nuevo nos desvía radicalmente de nosotros mismos y de nuestro desarrollo personal para girarnos hacia los demás y comprometernos a dar nuestra vida por ellos, en un amor sin límites en el que nos sacrificamos nosotros mismos a imitación de Cristo: “Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn 13,1).
“Como yo los he amado”: la auténtica imitación de Jesucristo se revela finalmente como el absoluto contrario de la búsqueda del desarrollo personal propio. San Pablo nos lo confirma :
“(…) Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios, (…) al contrario, (…) se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Flp 2,2-8)
Edifa
Vea también Vida interior espiritual
miércoles, 29 de julio de 2020
Evangelio de hoy
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Para los que NO suelen ir a Misa los Domingos: vea lo que perdió
Aquí podemos ofrecerle sólo unos pocos aspectos de las mil maravillas de la Santa Misa
Hacemos el mayor bien que jamás pueda hacerse.
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Cuando participamos en la Santa Misa, hacemos el mayor bien que jamás pueda hacerse. Pues todo el bien que Jesús mismo hizo durante toda su vida, todos los infinitos beneficios que adquirió para bien de todos, todo, todo nos lo dona en la Santa Misa, y nosotros, recibiéndolo a Él mismo, que es recibir todo, tenemos en nuestras manos la posibilidad de donarlo todo como Él mismo lo hizo, donarlo todo a nuestro amadísimo Padre, a la humanidad entera, donar a Jesucristo mismo, su Santo Sacrificio, y esto con la misma fuerza con que Él mismo se donó a sí mismo, y haciendo así hacemos tanto bien cuanto él mismo ha hecho.
P. Pedro Rubio hdv |
El mundo y la Iglesia saldrán adelante.
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El mundo y la Iglesia van mal, pero el mundo y la Iglesia saldrán adelante, porque todos los días se celebra la Eucaristía.
Monseñor Manuel Irurita Almandoz Mártir de la guerra civil española |
La Santa Misa nos lleva hasta el Padre.
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El Santo Sacrificio de la Misa eleva los hombres identificados con el Hijo, hasta el seno del Padre.
San Alberto Hurtado |
La Santa Misa consuelo y defensa de nuestra jornada.
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En verdad te digo que a quien devota y diligentemente asista a la Santa Misa, le enviaré para su consuelo y defensa y, para cortejo autorizado de su alma en la jornada, tantos nobles palaciegos de mi Gloria entre mis Santos, cuantas Misas tenga así oídas en la tierra.
Nuestro Señor a Santa Matilde |
La Eucaristía es escuela de caridad y de solidaridad.
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La Eucaristía es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se alimenta con el Pan de Cristo no puede quedar indiferente ante quien, incluso en nuestros días, carece del pan cotidiano.
Benedicto XVI Ángelus, 25 de mayo de 2008 |
Todo lo que Cristo ha llevado a cabo en su pasión y muerte.
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En el "memorial" (la Santa Misa) del Calvario está presente todo lo que Cristo ha llevado a cabo en su pasión y muerte. Por tanto, no falta lo que Cristo ha realizado también con su Madre para beneficio nuestro.
San Juan Pablo II Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 57 |
Buen pastor, pan verdadero, o Jesús.
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Buen pastor, pan verdadero,
o Jesús, piedad de nosotros: nútrenos y defiéndenos, llévanos a los bienes eternos en la tierra de los vivos. Tú que todo lo sabes y puedes, que nos alimentas en la tierra, conduce a tus hermanos a la mesa del cielo a la alegría de tus santos. Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia |
Esto es lo que nos permite descubrir que valemos mucho
Lo que hago o dónde vivo no es lo fundamental, hay algo que es lo que verdaderamente me da paz
Puede que me haya confundido muchas veces poniendo mi corazón en el lugar equivocado. Jesús me anima a desprenderme de lo que no me hace pleno, de aquello que no me lleva al cielo.
El error bendito forma parte del camino, tengo que aceptarlo. Confundir los pasos, guardar tesoros equivocados, es parte de mi vida y de mi libertad para elegir lo que me hace bien.
Hay quien descubre la belleza escondida. Y es capaz de distinguir y encontrar tesoros bien guardados. Y valora como lo más grande ese amor que Dios le ha dado.
Dios es mi porción y mi ganancia. Él tiene el poder sobre mi vida. Quiero dejar de lado lo que me quita la alegría y dejar que el amor de Dios penetre dentro de mi alma y me vista de sus más bellas joyas.
Para eso tengo que estar desprendido de todo lo que me aleja de Él. A menudo vivo desparramado por la vida buscando que me sacie lo que no sacia mi sed de infinito.
Quiero asumirlo con mucha paz. ¿Qué quiere Dios de mí? Me lo pregunto mientras me desgasto. ¿Quiere que entregue mi vida como lo estoy haciendo hasta ahora? ¿Quiere algún cambio?
Tal vez me quedo con una imagen: cavar hondo en la tierra buscando un tesoro escondido. A lo mejor el tesoro no está tan lejos como pensaba.
He buscado tesoros en tierras lejanas, con brújula, con planos. He pensado que hacer cosas es lo que me da paz. O vivir en tal o cual lugar. Pero al final eso no es lo más importante.
La clave
Lo fundamental no es lo que hago, ni siquiera con quién lo hago o dónde lo hago. Lo importante es lo que estoy viviendo y cómo estoy viviendo desde mi interior.
Lo que vale es vivir atado a aquello que le da sentido a todo lo que hago. Incluso a los errores y las caídas. Lo valioso es pensar que dentro de mí hay un tesoro que guarda celosamente Aquel que más me ama.
Él lo acaricia mientras se pregunta por qué tardo tanto en encontrarlo dentro de mi propia alma. Es la paradoja. Está dentro de mí y yo lo busco fuera. Así lo explica san Agustín en sus Confesiones:
«¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti».
Tengo en mi alma un tesoro en el que Dios espeja su propia belleza. Dentro de mí está Él y me permite mirar más allá de mis errores y torpezas. Él sabe que soy débil y me ama.
El tesoro es todo aquello que tantas veces no he valorado de mí. Son esos rasgos que tal vez el mundo no ve. O yo no veo en comparación con lo que brilla fuera de mí.
No es oro todo lo que reluce, me digo tantas veces. Tampoco pienso que todo lo que brilla es malo, ni mucho menos. Pero creo que no valoro tanto mi tesoro como lo que brilla en otros.
Me quedo en que yo no valgo tanto, no soy tan bueno, tan inteligente, tan capaz. Me abruma mi pobreza y no la valoro como un tesoro digno de los mejores reyes y palacios. Ese soy yo.
La mirada de Dios sobre mi vida me hace ver que valgo mucho. Soy más valioso que nada en este mundo. No quiero olvidarlo.
Pienso entonces que no tengo que buscar fuera de mí lo que me falta, sino más bien en mi interior. Allí donde Dios habita y yo soy ese niño con sonrisa ancha y ojos grandes. Con el alma inocente y pura y el deseo de entregarlo todo por un amor más grande.
Soy ese niño con miedos y anhelos de infinito que recorre los caminos cargado y con prisa. Soy ese niño que desea descansar a la sombra de un buen árbol esperando a que el sol deje de quemar tanto.
Me gusta mirar a ese niño y ver en él el tesoro guardado. El alma pura y los deseos más grandes. Ese tesoro que guardo sin saberlo, lo conservo sin poseerlo del todo.
Porque no lo veo, no lo aprecio, no lo distingo entre las piedras y ramas dentro de mí mismo. Y busco fuera de mí lo que no me hace falta.
Envidio lo que otros tienen sin pararme a valorar la vida que yo tengo. Aprecio más lo que otros parecen vivir con alegría, sin llegar a pensar qué es lo que de verdad ellos sienten.
Tengo que ser feliz con mis tesoros, sin desear otros. El camino de la felicidad pasa por aceptar mi presente, mi vida, mi tesoro, sin desear lo que no está dentro de mi camino.
Carlos Padilla Esteban, Aleteia
Vea también ¿El mundo te da la verdadera felicidad?
martes, 28 de julio de 2020
¡Te extrañábamos madrecita!
La emoción de volver a la basílica y abrazar a la Virgen de Guadalupe
Este domingo 26 de julio se celebró la primera misa con fieles en la famosa Basílica del Virgen de Guadalupe, uno de los templos más visitados del mundo, luego de cuatro meses sin poder hacerlo.
La crisis del coronavirus, que golpea con fuerza a México, había generado el cierre de templos y la celebración de liturgias a través de diversas plataformas de comunicación. Pero los fieles finalmente pudieron volver, retorno que es gradual y bajo estrictos controles de bioseguridad.
Pero la emoción de regresar a la casa de la tan querida Virgen de Guadalupe se palpitó con mucha emoción desde primera hora con filas para ingresar y los respectivos controles.
Mira aquí algunas de las imágenes más destacadas de la jornada (hacer click en galería):
Galería fotográfica
¡Te extrañábamos madrecita! Un grito que parecía retumbar por todos lados. Y la respuesta, una vez más, fue la misma: ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre?
La catedral de México también…
La alegría no solo se dio en la Basílica de Guadalupe, pues este domingo también abrió sus puertas, por ejemplo, la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, instancia que también fue compartida a través de las redes sociales.
Aleteia
Vea también Los niños aprenden a participar en la Santa Misa
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