
"¡Un casino precioso!", exclamaba un sacerdote italiano con una gran sonrisa mientras él y los jóvenes de su diócesis siciliana intentaban abrirse paso por la Via della Conciliazione, la vía principal que conduce a la plaza de San Pedro. Desde por la mañana, la avenida bulle con este "hermoso bazar", al son de jóvenes católicos de todo el mundo. La heladería de al lado está repleta de los perfumes que tanto gustan a los jóvenes peregrinos, mientras los puertorriqueños bailan y cantan en plena calle, junto a un grupo de scouts senegaleses y franceses. Por todas partes, bandas de música latinoamericanas, sobre todo mexicanas, marcan el ritmo.

Aquí y allá se cantan salmos en polaco, árabe y tagalo, mientras los altavoces de la plaza reproducen una y otra vez los himnos oficiales del Jubileo. Mientras esperan para pasar el control de seguridad, dos colosos bávaros con camisetas de la Mannschaft se codean con monjitas de Timor Oriental. Las banderas que ondean orgullosas sobre cada grupo dan fe de la notable dimensión internacional del acontecimiento. Y cada uno tiene su camiseta, su gorra y su bolsa de colores…
Maxime, un joven parisino de 26 años, está muy decepcionado porque le han confiscado el asta -demasiado larga- en cuyo extremo enroscaba una gran pancarta azul, blanca y roja. Este asiduo de los grandes acontecimientos católicos, que vino con un grupo de amigos, ya está enrojecido por todo un día pasado bajo un sol abrasador. "He venido a compartir este momento con cientos de miles de jóvenes de todos los horizontes, a profundizar en mi fe, en particular redescubriendo Roma", explica. "Es muy bonito, es como la Jornada Mundial de la Juventud", afirma.

Más adelante, el "Padre John", que no se atreve a dar su verdadero nombre por miedo a las burlas, dirige a un nutrido grupo de jóvenes de Seúl, que acogerá la próxima JMJ en 2027. "Pronto, nosotros también tendremos que acoger a todos estos jóvenes", explica.

Cubierto de crema solar, con un moño en la cabeza y unas gruesas gafas de sol en la nariz, insiste en el papel clave de los jóvenes en la evangelización y está seguro de que la visita del Papa a su país ayudará al mayor número posible de personas a descubrir a Cristo.
"Roma está en tus manos"
"¡Esta es, la juventud del Papa!", exclamaron los jóvenes hispanohablantes que habían acudido en masa a Roma. Sin embargo, el Papa no estuvo presente, ya que el obispo Rino Fisichella, principal organizador del Jubileo, presidió la Misa junto a cientos de obispos. "En nombre del Papa León XIV, os doy la bienvenida", dijo el italiano a la multitud, que se había sumido de repente en un silencio orante al comienzo de la Misa. "Roma, con todo lo que representa, está en vuestras manos", dijo el arzobispo italiano.

Nadie parecía saber quién era, y algunos -que habían leído mal el programa- no ocultaron un mohín de decepción. "Pero luego veremos a León XIV, no importa", dice una joven argentina a su amiga.
Una sorpresa papal
Mons. Fisichella destacó la presencia de personas que habían tenido que hacer "grandes sacrificios" para venir a Roma, en particular las procedentes de zonas en guerra. "El Señor no os decepcionará. Viene a vuestro encuentro y debéis estar vigilantes para acoger su presencia", animó, saludando a los peregrinos ucranianos y palestinos entre los atronadores aplausos de la multitud.
En medio de la asamblea flotaba la última bandera creada: la de la Siria liberada, con sus tres estrellas rojas. Anthony, un joven católico de Damasco, explica por qué es especialmente importante para él estar en Roma. "Es un mensaje de paz. Nos reunimos con católicos de todo el mundo y demostramos que juntos podemos hacer cosas buenas", señala, mientras los peruanos, orgullosos de "su" primer Papa, alzan la voz.

La Misa comenzó mientras el sol brillaba tras la Basílica de San Pedro, proporcionando un poco de sombra a los jóvenes fieles, muy contemplativos. En su homilía, monseñor Fisichella anima a los jóvenes a vivir su fe en libertad y esperanza. Les pidió que luchen contra la "gran violencia" que afecta a este mundo, "no solo en las zonas de guerra". Por último, invitó a los jóvenes a Tor Vergata, en el sur de Roma, para encontrarse con el Papa León XIV el sábado y el domingo.
Pero el Papa tenía preparada una sorpresa: al final de la Misa, apareció en papamóvil. Y el júbilo de todos los jóvenes católicos, contenido a lo largo de la Misa, estalló finalmente en una algarabía infernal cuando se abrió paso entre la multitud, llegando incluso hasta la Via della Conciliazione para saludar a los que no habían podido llegar a la plaza de San Pedro.
Al llegar al altar en la oscuridad, el Papa bendijo a la multitud en inglés, español e italiano. "Jesús nos dice que sois la sal de la tierra, sois la luz del mundo", proclamó, alabando el entusiasmo de estos jóvenes.
"El mundo necesita mensajes de esperanza, y vosotros sois esos mensajes", les dijo.
Por último, les pidió que siguieran gritando, especialmente por la paz en el mundo. Y antes de despedirse, les invitó a reunirse de nuevo el sábado y el domingo en la explanada de Tor Vergata.
Estas son las imágenes del primer día del Jubileo de los Jóvenes:
Camille Dalmas, Aleteia
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